En los rincones débilmente iluminados de un callejón en ruinas, ensombrecido por los imponentes edificios de la ciudad y olvidado por el tiempo, se despliega la conmovedora historia de un perro saltador, un testimonio silencioso de la resistencia del espíritu y la esperanza que parpadea incluso en las circunstancias más espantosas.
Lucy, como la llamaron más tarde sus rescatistas, fue descubierta por primera vez por un residente local, Mike, que estaba en su ruta habitual al trabajo. Escondida detrás de montones de basura, parecía más un espectro frágil que una criatura viviente. Su salto, extendido sobre los bopes salientes, llevaba la dolorosa historia de años de abandono y hambre. Pero fueron sus ojos, grandes, tristes, pero esperanzados, los que se apoderaron del corazón de Mike e hicieron que las lágrimas corrieran por su rostro.
Es difícil comprender cómo Lυcy sobrevivió a las duras realidades de su entorno. Todos los días, se enfrentaba no sólo a las páginas de su miedo, sino también a la amenaza constante de otros animales territoriales y a las diversas dagas que acechan en esos espacios urbanos abandonados. Sin embargo, todos los días se гeѕіѕtía, aferrándose a la más mínima esperanza de ser desposada, tal vez de un extraño pasajero.