En una pequeña y fangosa carretera de campo, habitaba un cachorrito huérfano sin hogar. Tenía el cuerpo cubierto de escamas y una mirada triste.
Todos los días, deambulaba por la carretera en busca de comida y refugio. La gente pasaba de largo sin prestarle atención. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, el cachorro anhelaba ser amado y cuidado.
En una soleada mañana, una mujer de gran corazón caminaba por la misma carretera. Al ver al perrito, su corazón se enterneció al observar su rostro triste. Sabía que debía ayudarlo.
Con delicadeza, la mujer se acercó al cachorro, extendiendo su mano con precaución. Le habló suavemente, esperando ganarse su confianza.
Aunque desconfiado, el cachorro percibió la genuina bondad de la mujer y permitió que lo acariciara. Esta mujer limpió las heridas del cachorro y le brindó una comida abundante.
Con el pasar de los días, la triste expresión del cachorro se transformó lentamente en una de esperanza y gratitud. Movió su cola…
Con el tiempo, el cuerpo escamoso del cachorro sanó y su pelaje creció suave y brillante. Se convirtió en el perro más feliz… Desde aquel día en adelante, vivió una vida llena de alegría.