Mientras celebro un año más de vida, me encuentro reflexionando sobre un tema recurrente que me ha seguido a lo largo de los años: la percepción de mi apariencia. Hoy es mi cumpleaños, pero la alegría de la ocasión está matizada con un toque de tristeza, porque no puedo evitar notar la sutil ayuda de quienes me rodean. Es un sentimiento familiar que me ha perseguido durante años: el sentimiento de ser pasado por alto porque no soy coeptioalmente atractivo.
Desde que tengo memoria, mi apariencia ha sido una fuente de iseguridad. Creciendo, vi cómo mis compañeros recibían elogios y atención por sus características físicas, mientras yo permanecía en las sombras, notado y comentado. A medida que llegaban y lloraban los cumpleaños, el patrón рeгѕіѕtía, dejándome sintiéndome cada vez más aislado e inadecuado.
A pesar de mis esfuerzos por mejorar mi apariencia, ya sea acicalándome o vistiéndome bien, he logrado deshacerme del estigma de no ser atractivo. Cada año que pasa sólo sirve para reforzar esta creencia, ya que soy testigo de la admiración otorgada a los demás mientras yo permanezco relegado a un segundo plano.
Pero cuando me detengo en el umbral de otro año, me doy cuenta de que la verdadera esencia de mi valor no reside en mi apariencia exterior, sino en la profundidad de mi carácter y la bondad de mi corazón. Es una lección que me ha llevado años aprender, pero claro que estoy empezando a abrazarla de todo corazón.
Sí, puede que no sea cooperativamente atractivo, pero soy compasivo, empático y ferozmente leal. Tengo una gran cantidad de experiencias e ideas que ofrecer, y me niego a permitir que mis defectos percibidos me desafían por más tiempo.
Tal vez sea hora de dejar de centrarme en la búsqueda de la “alidación” de los demás y, en su lugar, cultivar un seso de autoaceptación y amor a uno mismo. Después de todo, la verdadera felicidad sólo puede encontrarse dentro de uno mismo, y no en las opiniones o juicios de los demás.
Mientras soplo las velas de mi pastel de cumpleaños, hago un silencio para abrazarme a mí mismo por completo, con mis defectos y todo. Puede que no sea la idea de perfección que todos tienen, pero soy perfectamente yo, y eso es más que suficiente.
Así que brindemos por otro año de crecimiento, de autodescubrimiento, y aprender a amarme a mí mismo υпcoпditioп. Puede que hoy sea mi cumpleaños, pero el mayor regalo de todos es darme cuenta de que mi valor va mucho más allá de mi apariencia física.