Fue muy difícil porque ella estaba tan cerca de lograrlo al otro lado. No teníamos barreras emocionales: sabíamos que tenía una oportunidad muy pequeña de sobrevivir, pero le entregamos todo nuestro amor, con la esperanza de que pudiera lograrlo.
La llamada inicial llegó informando que un perro necesitaba ayuda desesperadamente. Cuando llegamos, encontramos el esqueleto de un perro tendido en el agua y la basura cerca de un contenedor de basura. Suponemos que fue golpeada por un auto y quedó paralizada. Se arrastró fuera de la calle y estaba tendida sola, muriéndose de hambre.
Nos recordó mucho a Harris cuando la vimos por primera vez. La llamamos Halia, que significa recuerdo de un ser querido. Los primeros dos días estuvo bien. Tenía suficiente adrenalina para sentarse erguida y comer después de su rescate.
Tuvimos que alimentarla con cantidades muy pequeñas de comida para evitar el síndrome de realimentación. Pero al tercer día, empeoró. No podía sostener su cabeza, sus encías estaban casi blancas y la comida se le саía de la boca.
No pudimos soportar hacerla pasar por más y apreciamos los momentos felices que pudimos darle. Sabemos que sintió amor. Las últimas palabras que escuchó en esta tierra fueron: “Lo sentimos mucho. Eres tan hermosa.”
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